CAPÍTULO 1
BOCETO DE MIS VIVENCIAS PERSONALES
Este libro trata de contar y exponer una
visión de la España de mi generación, la de quienes nacimos en los años cuarenta
del pasado siglo XX. Se nos ha
denominado, con frecuencia, los niños de la posguerra. Cuando nacimos, hacía muy poco tiempo que la
cruel contienda fratricida española había terminado. El país, sangrando todavía
por todas las heridas dejadas por la guerra, trataba de respirar, de sacar la
cabeza del agua y mirar al frente. Había que volver a la normalidad, regresar
al trabajo, ganarse la vida para sobrevivir en esos angustiosos e ignotos
tiempos que venían. Nadie sabía qué iba
a pasar, cómo se iban a desarrollar las
cosas en la vida política nacional. Y para colmo de males, en esos años
hasta 1945, la guerra mundial asolaba gran parte de nuestro planeta.
Así, los españoles vivíamos entre las penurias
y congojas de un doble frente: la lucha por la supervivencia en un mundo y en
un orden nuevo en España y las posibles consecuencias de la guerra aliada
contra los ejércitos nazis de Hitler. El panorama en España no podía ser más
desolador en esos años, preñados de toda clase de dificultades para la mayor
parte de la población. A eso se unía el regreso de muchos de los combatientes,
que habían sobrevivido a la contienda, a sus pueblos y ciudades de origen. Sin
trabajo, sin medios de vida y con sus dramas personales en la mochila. La
generación de nuestros padres, arrastrada por las decisiones de los políticos
del momento, se vio envuelta en una lucha de unos contra otros, en plena
juventud. Y esas crueles vivencias se tragaron su vida juvenil, los años
desenfadados y alegres de todos ellos. Maduraron de golpe y se saltaron, la
mayoría de ellos, esa etapa de la vida. Al acabar la guerra, su rostro y su
figura, reflejaba en ellos las penurias pasadas y ese tránsito a hombres
ya hechos, pese a sus edades todavía jóvenes.
En esas circunstancias de la vida nacional,
que en gran parte iremos desgranando en este libro capítulo a capítulo, fuimos
naciendo una nueva generación de españoles. Íbamos a ser los que no habíamos
conocido los albores de la guerra, ni las pugnas políticas de los años treinta
que condujeron al conflicto. Y también, la de quienes no habíamos conocido la lucha,
ni los bombardeos, cañonazos, fusilamientos y toda la parafernalia dramática y
de destrucción que la acompaña siempre. Pero nuestra existencia iba a estar
marcada por el recuerdo de esa guerra, que oiríamos contar miles de veces a
nuestros mayores, en nuestros años de juegos y de infancia. Y como cada cual
escuchó de labios de los suyos sus propias experiencias, siempre subjetivas,
esto marcaría profundamente a muchos hijos de aquellos combatientes o víctimas
de la guerra en las retaguardias urbanas o rurales.
Este libro no es, como ya se indicó en la
introducción, una biografía personal del autor. Tampoco un relato cronológico
de mis vivencias. Se pretende narrar, lo más aséptica y objetivamente posible,
la vida que vi pasar a mi lado a lo largo de los años. También la que oí contar
en muchas ocasiones a familiares, amigos o medios de comunicación de esas
décadas. Todo ese bagaje de experiencias de mi propia generación es el que voy
a ir exponiendo. Lógicamente, no me es posible contar aquello que no viví o que
no conocí en algún modo. De aquí que mi visión sea, necesariamente, parcial y
sujeta a opiniones contrapuestas o de desacuerdo. Al fin y al cabo, cada uno
puede narrar, con la autoridad que da el haberlo vivido en primera persona,
aquello que conoce. Y éste es mi caso.
Pero aunque no va a ser un relato
autobiográfico, que estaría ahora fuera de lugar y posiblemente falto del
interés suficiente, si es necesario que encuadre toda mi exposición en
el marco de mi propia vida y, en consecuencia, de mi propia generación. Por esto,
aparecerán con frecuencia referencias a hechos vividos personalmente. Pienso
que esto dará una mayor fuerza y credibilidad a la narración. Por este motivo,
y porque mi caso personal se sale un tanto de lo más general, entre quienes
venimos de esos años, punto de arranque de este libro, es más necesario exponer
algunas vivencias personales. O más bien hitos o peldaños de mi propia vida, en
especial de aquellos años de infancia y juventud.
Vine al mundo, en plena época de la posguerra,
en Valladolid. Pero esto sería un mero accidente sin apenas significado e
influencia posterior. A los pocos meses mis padres se trasladaron a la ciudad
de Valencia. Allí, en la céntrica calle de Ruzafa primero y, más tarde, en una
nueva barriada en Xirivella, pasaron mis primeros siete años de vida. De este
modo, esa primera etapa de la posguerra, de la década de 1940-1950,
transcurriría en la ciudad del Turia. Eso sí con frecuentes desplazamientos a
Alicante, la ciudad natal de mi madre y toda la rama familiar materna.
La ciudad de Melilla en que vivimos tres años
Maqueta del barrio de Chirivella en el que viví
Paseando por Alicante hacia 1948
La ciudad de Melilla en que vivimos tres años
A los
siete años, mis padres volvían a levantar su casa de Xirivella, acuciados por
la necesidad de mejorar de vida, en medio de las apreturas de la España de esa
época, para desplazarse a vivir al norte de África, a Melilla. A esa ciudad, un
tanto exótica y pintoresca de aquel 1950. Es fácil imaginarse lo que supuso,
para un niño de siete años, verse inmerso en la vida de aquella pequeña urbe norteafricana.
Mis ojos contemplaron entonces un mundo lleno de color y misterio, de sorpresas
en cada esquina y cada día del calendario. No duró más que tres años esa
aventura de Melilla. A la edad de diez años, mi padre sintió la llamada de su
tierra y, un tanto cansado de soportar los rigores climatológicos del clima
norteafricano, unido al éxodo de sus compañeros, uno tras otro de regreso a la
península, siguió sus mismos pasos. De este modo, en una veraniega mañana de
julio de 1953 la motonave Puchol nos
trasladaba a la ciudad de Málaga. Después atravesamos en tren todo el país,
haciendo un alto en Madrid, hasta llegar a Lugo. Un autobús nos depositaría, a
continuación, en el pueblo de Ribadeo, en plena costa cantábrica gallega.
Con diez años, comenzaba una etapa de vida
pueblerina en esa hermosa villa gallega que iba a constituirse en el núcleo básico
de mis raíces vitales. Mi infancia y adolescencia transcurrió allí, en la monotonía maravillosa de sus días
escolares y de vacaciones. En medio, hubo un período de dos años en los cuales,
en un nuevo traslado por cambio de lugar de trabajo de mi padre, nos fuimos a
vivir a la villa de Tapia de Casariego en el Occidente de Asturias. Al cabo de
ese tiempo, regresamos a Ribadeo. En esos años estudié el Bachillerato y al
terminarlo, llegó mi primera salida de la casa paterna para seguir estudiando
lejos del pueblo. El curso Preuniversitario me llevó, otra vez, a Alicante en
1959, viviendo en esa bellísima ciudad mediterránea. Y, al término de ese
curso, regresé a Galicia de nuevo. Comenzaba, o debía comenzar, una nueva etapa
de mi vida, la que me debería de poner, a su término, en la parrilla de salida de
la vida laboral.
Autobús como el que nos llevó a Ribadeo en 1953
Muelle de Ribadeo en los años cincuenta
Tapia de Casariego en la época en que viví allí
Finalmente, me trasladé a Gijón a estudiar.
A los cuatros años pasados en esa ciudad
asturiana, le siguió la etapa del servicio militar en La Coruña. Y a partir de
ahí, comenzaba mi vida laboral y cinco años más tarde formaba mi propia familia
en esa ciudad, tras mi matrimonio. Mi trabajo me fue llevando a diversas
empresas, de distintos tamaños y problemática, cronológicamente, en Madrid,
Ferrol, de nuevo Madrid y La Coruña.
He puesto
a la vista del lector de este libro este breve resumen de mi trayectoria
vital y de lugares de residencia para hacer más comprensible las diversas
situaciones que iré describiendo. Solamente unas vivencias tan variadas, debido
al tránsito por tantos lugares, permiten extraer ahora unos recuerdos tan
amplios y a la vez tan generales. Esto me posibilita hablar de mi generación de
forma más abierta, en abanico, desplegada en múltiples situaciones y
experiencias y hacerlo en primera persona como espectador que fui de las
mismas. Basta decir, como ya se ha
señalado, que a los diez años ya había vivido en una gran ciudad, en otra
pequeña del Norte de África y en un pueblo del Cantábrico. Había transitado por
Málaga en coche de caballos, por tierras de Murcia en un carro campero, hechos
dos viajes en barco en el Mediterráneo cruzando el Estrecho y un largo e
interminable viaje en tren por la península. Y como algo excepcional, había
vivido una terrible inundación en la ciudad del Turia con el agua a las puertas
de mi casa, un terremoto en Melilla y una tempestad de arena del desierto en
esa misma ciudad. Demasiadas experiencias para tan pocos años y para llevarlas
en la mochila de mis recuerdos infantiles cuando comencé mi bachillerato.
Algo que se deriva de esos múltiples cambios
de residencia es, a su vez, los frecuentes cambios de amigos y compañeros.
También los diferentes ambientes en que me fui encontrando, la distinta
idiosincrasia de las gentes de unos y otros lugares, la climatología, las
costumbres locales y los peculiares personajes atípicos o llamativos que
siempre existen en todas partes. Hablando en términos de sociología, he podido
conocer toda una variada tipología ambiental y de costumbres.
En las páginas que siguen se ampliarán
suficientemente algunas de estas cuestiones, pasadas ahora esquemáticamente,
cuando encajen en el tema tratado. Apelo a la comprensión del lector para que
disculpe el rebobinado de algunos aspectos personales de mi vida, que he considerado necesario
hacer, con carácter previo.
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