CAPÍTULO 33
EL CUADRO DE LA ÚLTIMA CENA EN EL COMEDOR
Una de las cosas más llamativas, para la
mentalidad actual, es la homogeneidad en diversos aspectos y detalles de las
viviendas de los años cuarenta a sesenta. Hay cosas que aparecían
sistemáticamente en muchas de ellas, podría hasta decirse que en la mayoría. Y
esto sin diferencias entre pueblo o ciudad, Norte o Sur de España. Podría citar
bastantes de ellas, pero una muy concreta era que había un cuadro de la Última
Cena de Jesucristo y sus Apóstoles en el comedor de muchas casas.
Podía tratarse de una pintura, copia o fotografía
de algún cuadro famoso de esa conocida escena evangélica. También podía ser un
gravado o un relieve metálico o en escayola pintado con los colores
correspondientes. Pero ese cuadro presidía el comedor desde algún lugar prominente
de una de sus paredes. Era una devoción más en unos casos y en otros, simple
costumbre pasada de padres a hijos. Para los primeros, enlazaba en cierto modo
con la costumbre de la bendición de la mesa, antes de empezar a comer, a cargo
normalmente del padre de familia y de la madre en otras ocasiones.
La manifestación religiosa en las casas no se
quedaba únicamente en ese cuadro. Eran muchas las viviendas que tenían en sus
dormitorios un crucifijo, con o sin Cristo crucificado. Solía presidir, encima
de la cama y en el centro, la habitación. Era una forma de invocar y sentir la
divina protección durante la noche. Igualmente, había alguna imagen de la
Santísima Virgen en alguna parte de la casa. Fuese en un cuadro o en una imagen
pequeña, la Virgen estaba presente en numerosas casas españolas. La gente, con
todo esto, no tenía problema alguno en que se viesen esas manifestaciones de su
credo y fe religiosa, máxime cuando era algo tan general entre la población.
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