jueves, 3 de octubre de 2013

CAPÍTULO 38
EL ENGRUDO PARA PEGAR

Uno de los pocos aspectos positivos de las carencias pasadas por mis compatriotas, en las décadas que venimos considerando fue el desarrollo de la mente para tener toda clase de ideas útiles, capaces de superar cualquier  dificultad. Para todo se encontraba siempre una solución fácil y barata. Los españoles inventamos, a nivel doméstico, toda clase de artilugios, productos y procedimientos para superar nuestras tremendas carencias forzados por la autarquía y el desabastecimiento. Así, como en muchas ocasiones había que pegar alguna cosa y los pegamentos tan sofisticados actuales no existían, se encontró un  sustituto casero.


Nos referimos a pegar papel y cartón fundamentalmente. Para cosas mayores, como pegar madera, existía y se usaba la cola que, a veces, se fabricaba también en forma doméstica. Pero cuando el niño quería pegar los cromos en su álbum, o los sellos de correos que coleccionaba o su padre deseaba pegar unas fotografías en alguna parte, se recurría al engrudo de harina. Su elaboración era sencilla y al alcance de todas las manos. Solamente había que poner un poco de agua en un recipiente pequeño y añadirle harina, procurando espesar aquello. Enseguida se formaba una pasta que permitía impregnar el cromo, los sellos de correos o las fotografías, por su revés, y pegarla inmediatamente al álbum. Se dejaba secar y ya quedaba sólidamente adherida. Todavía conservo, al cabo de muchos años, algunos de los elementos citados, pegados por ese procedimiento y que continúan así, firmemente adheridos.

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