CAPÍTULO 47
LOS GUSANOS DE SEDA
Muchas cosas fueron las que, a lo largo de
nuestros años de infancia, alegraron y animaron nuestros días. Se trataba de
cosas sencillas, en ocasiones discurridas por nuestros padres, que se extendían
por nuestro entorno con rapidez. Algunas, eran ya hábitos en la vida infantil
de nuestro país. Entre todas estas cosas, podemos traer el recuerdo de los
gusanos de seda y los escolares.
Bien porque el maestro de nuestra escuela nos
animase a ello o porque explicase el tema de los gusanos de seda, el caso es
que durante algunos años, de forma cíclica, muchos niños aparecíamos con una
caja de zapatos y los gusanos metidos en ellas. Eran una especie de jaulas, a
las que hacíamos unos agujeros para que respirasen, en las que depositábamos
los famosos gusanos. Estas cajas que permanecían en nuestras casas y que
sacábamos a la calle o llevábamos al colegio para enseñar a los demás, eran
para nosotros algo sagrado que vigilábamos continuamente. Después se precisaba
disponer de hojas de morera, ya que éstas eran el alimento básico para esos
gusanos. Había por tanto que salir al campo o recorrer zonas en las que
pudiesen recogerse estas hojas.
Como es sabido esos gusanos siguen un ciclo
vital muy curioso, al menos para la mentalidad infantil. Un día, observábamos
que aquel gusano había desaparecido y, en su lugar, encontrábamos una envoltura
o cápsula muy amarilla. El bicho la había tejido, recluyéndose dentro para
proceder a su mutación. Al cabo de días de intensa y agónica espera, nos
encontrábamos que de aquella especie de cápsula salía un insecto alado, que
recordaba la abeja o algo así. Este
nuevo ser del reino animal, a diferencia del gusano, no solía gustar mucho a
los chiquillos. Tras esto, venía la puesta de huevos de éste bicho, y el
nacimiento de nuevos gusanos que procedía a repetir el ciclo.
Pero lo más habitual era que, una vez obtenida
la seda, en forma de las cápsulas tejidas por el gusano, se llevase o entregase
a alguna persona interesada en juntar muchas de ellas. Así se podía obtener una
cierta cantidad de aquella hermosa seda de color amarillo.
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