miércoles, 2 de octubre de 2013

CAPÍTULO 55
SIN MÚSICA EN LA SEMANA SANTA

La forma de celebrar y vivir la Semana Santa ha cambiado bastante en los últimos cincuenta años. Especialmente en las costumbres y hábitos de los españoles. La vivencia era más respetuosa e intensa en esa semana, que centraba todo en los actos de culto y desfiles procesionales. Sin pretender decir con esto que esa forma de vivirla era más auténtica y sentida – posiblemente, en parte no era así – si es cierto que había muchas manifestaciones de esa piedad popular.

En los años cuarenta y cincuenta fue muy acusada la intervención estatal en la forma de celebrar y vivir la Semana Santa en nuestro país. El gobierno de Franco dictaba normas y exigía su cumplimiento en algunas conductas a seguir por todos. Con el fin de lograr que fuese lo religioso lo único que tuviese vida en esos días, mantenía diversas disposiciones más o menos oficiales. Por otra parte, no había aparecido todavía la costumbre y la moda de viajar de vacaciones en esa semana, bien a zonas de playa, bien a otros países. Las cosas, en lo referente a la economía de nuestros compatriotas, no estaban todavía para bromas ni para dispendios de ese tipo. Es más, esos viajes y desplazamientos no se contemplaban,  más allá de acudir al pueblo de origen y visitar a los parientes por parte de algunos pocos.

Entre todas las imposiciones gubernamentales sobre la conducta de los españoles en la Semana Santa, destacaban la prohibición a todas las emisoras de radio – la televisión todavía no había llegado – de emitir otra música que la religiosa, así como el cierre de toda clase de espectáculos en los días de Jueves Santo a Domingo de Resurrección. Esto último afectaba a cines, teatros, salas de baile y similares. Sí se abrían los bares, cafés y cafeterías.

En lo referente a la música, que se extendía por supuesto a la actuación en la calle y locales públicos de cantantes, orquestas y grupos musicales, llevaba a la emisión durante todo el día de música sacra y clásica. Era inútil buscar otra cosa en el dial de emisoras españolas. Dado que la radio era en esos años la compañía obligada y querida de toda la población, se notaba mucho su falta. Por ese motivo, los aparatos de radio permanecían en la mayor parte de los casos apagados. Recuerdo una pequeña anécdota personal, que ilustra este tema del silencio musical en esos días. Tenía alrededor de 9 años cuando, en unos de esos días de Semana Santa, estaba en la azotea de mi casa de Melilla, tarareando alguna canción popular, posiblemente muy conocida entonces y escuchada en la radio o a los mayores. Al punto oí una voz que, desde abajo, me gritó no cantes que es Semana Santa. Al instante recordé que estaba prohibido y me callé. Esto que demuestra cómo había calado en la población esta imposición, buscando sin duda realzar más lo religioso en esos días, no lo olvidé nunca.


La gente en esos días, tras asistir a actos de culto y a las procesiones, deambulaba por calles y paseos un poco desorientada, sin saber qué hacer. Privada del cine que era la principal forma de cubrir el tiempo de ocio, paseaba y entraba en los bares teniendo en cuenta, por otra parte, que se vivían y respetaban bastante los tiempos de ayuno y abstinencia. La llegada del Domingo de Resurrección, fecha por otra parte tradicional de estrenos en cines y teatros, traía de nuevo la afluencia masiva a estos espectáculos.

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