CAPÍTULO 55
SIN MÚSICA EN LA SEMANA SANTA
La forma de celebrar y vivir la Semana Santa
ha cambiado bastante en los últimos cincuenta años. Especialmente en las
costumbres y hábitos de los españoles. La vivencia era más respetuosa e intensa
en esa semana, que centraba todo en los actos de culto y desfiles
procesionales. Sin pretender decir con esto que esa forma de vivirla era más
auténtica y sentida – posiblemente, en parte no era así – si es cierto que
había muchas manifestaciones de esa piedad popular.
En los años cuarenta y cincuenta fue muy
acusada la intervención estatal en la forma de celebrar y vivir la Semana Santa
en nuestro país. El gobierno de Franco dictaba normas y exigía su cumplimiento
en algunas conductas a seguir por todos. Con el fin de lograr que fuese lo
religioso lo único que tuviese vida en esos días, mantenía diversas
disposiciones más o menos oficiales. Por otra parte, no había aparecido todavía
la costumbre y la moda de viajar de vacaciones en esa semana, bien a zonas de
playa, bien a otros países. Las cosas, en lo referente a la economía de
nuestros compatriotas, no estaban todavía para bromas ni para dispendios de ese
tipo. Es más, esos viajes y desplazamientos no se contemplaban, más allá de acudir al pueblo de origen y
visitar a los parientes por parte de algunos pocos.
Entre todas las imposiciones gubernamentales
sobre la conducta de los españoles en la Semana Santa, destacaban la
prohibición a todas las emisoras de radio – la televisión todavía no había
llegado – de emitir otra música que la religiosa, así como el cierre de toda
clase de espectáculos en los días de Jueves Santo a Domingo de Resurrección.
Esto último afectaba a cines, teatros, salas de baile y similares. Sí se abrían
los bares, cafés y cafeterías.
En lo referente a la música, que se extendía
por supuesto a la actuación en la calle y locales públicos de cantantes,
orquestas y grupos musicales, llevaba a la emisión durante todo el día de
música sacra y clásica. Era inútil buscar otra cosa en el dial de emisoras
españolas. Dado que la radio era en esos años la compañía obligada y querida de
toda la población, se notaba mucho su falta. Por ese motivo, los aparatos de
radio permanecían en la mayor parte de los casos apagados. Recuerdo una pequeña
anécdota personal, que ilustra este tema del silencio musical en esos días.
Tenía alrededor de 9 años cuando, en unos de esos días de Semana Santa, estaba
en la azotea de mi casa de Melilla, tarareando alguna canción popular,
posiblemente muy conocida entonces y escuchada en la radio o a los mayores. Al
punto oí una voz que, desde abajo, me gritó no
cantes que es Semana Santa. Al instante recordé que estaba prohibido y me
callé. Esto que demuestra cómo había calado en la población esta imposición,
buscando sin duda realzar más lo religioso en esos días, no lo olvidé nunca.
La gente en esos días, tras asistir a actos de
culto y a las procesiones, deambulaba por calles y paseos un poco desorientada,
sin saber qué hacer. Privada del cine que era la principal forma de cubrir el
tiempo de ocio, paseaba y entraba en los bares teniendo en cuenta, por otra
parte, que se vivían y respetaban bastante los tiempos de ayuno y abstinencia.
La llegada del Domingo de Resurrección, fecha por otra parte tradicional de estrenos
en cines y teatros, traía de nuevo la afluencia masiva a estos espectáculos.
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